miércoles, 29 de septiembre de 2010

Entrevista con Carlos Nuñez Cortés

Detrás del telón
“Me da mucha pena sentirme como una ovejita
negra en el panorama humorístico argentino
Por Florencia García Martelli
Carlos Núñez Cortés, integrante del grupo humorístico y musical Les Luthiers. Comenzó estudiando química pero una vez recibido, decidió seguir por el camino de la música y del humor tan característico que viene haciendo con su grupo desde hace 42 años.


Eran las 20.40 y el hall del teatro Gran Rex se llenaba cada vez de más gente.

Pero lo importante estaba detrás de escena. Había un pasillo largo, con paredes mitad blancas y mitad verdes, las cuales llevaban a un  telón bordó ubicado del lado derecho al final del pasillo. Detrás de la enorme cortina había un hermoso diván rojo, y junto a él otra silla del mismo color. El piso estaba repleto de cables, y juntos a ellos deslumbrantes instrumentos bastante extraños y llamativos. Por un lado había un bajo sin clavijero, muchas pelotas de básquet que simulaban un órgano, tubos con luces que al tocarlos simulaban notas musicales, etc. Todo esto y más había en el detrás de escena de Les Luthiers.
Se empezó a escuchar la voz de uno de los integrantes del grupo: Carlos Núñez Cortés. “Vos debes ser Florencia, ¿No es cierto?”, fue lo primero que dijo. Luego de intercambiar un par de palabras, se dirigió a su camarín del teatro Gran Rex para comenzar ésta entrevista.

 Usted estudió química. ¿Ejerció en algún momento?
Ejercí durante un tiempo. Hice química biológica, me especialicé un poco en hormonas y trabajé en laboratorios de productos medicinales y en investigación, pero muy poquito tiempo, alrededor de 3 o 4 años, ya que simultáneamente Les Luthiers comenzaba a crecer de una manera casi exponencial

¿Y cuándo empezó su interés y hobbie por coleccionar caracoles marinos?
Yo aparte de lo que estoy haciendo con Les Luthiers, al igual que todos los seres humanos, tengo muchos hobbies, intereses y cosas que me apasionan. A mí se me dio por el lado de la naturaleza, me gusta mucho bucear. Allá por el año ‘76 hice un viaje por la costa de Brasil, empecé a bucear con un amigo y él encontró unos caracoles
especiales, muy bonitos. A partir de ese momento me empezaron a fascinar, y comencé a juntar a algunos, no a coleccionar.
Yo tengo una formación bastante naturalista, hice la carrera de química biológica y en ese momento no me quedé con el simple hecho de agarrar una cosa del mar, así que fui a averiguar quién era ese ser que había hecho esa cosita de carbonato de calcio, y de ahí empecé despacito, casi sin darme cuenta, a juntar caracoles desde el año ‘76. Ahora tengo una colección bastante considerable, más de cuatro mil caracoles. Todo esto me llevo a escribir, hace siete u ocho años, uno de los primeros libros que se editaron en argentina sobre malacología: “ Cien caracoles argentinos”. En realidad había uno de la doctora Castellano, una investigadora que escribió un libro muy completo, pero lo hizo hace muchos años por lo que era en blanco y negro, con dibujos y demás. Yo en cambio hice una primera guía de campo con fotografías, algo bastante más moderno.


También es muy aficionado a los juegos de palabras y acertijos, ¿No es cierto?
Si, escribí un libro que se llama Los juegos de Mastropiero. Es un análisis sobre la obra de Les Luthiers, en el que yo utilizo los mecanismos y los juegos de palabras que usamos, como por ejemplo: doble sentido, metátesis, palíndromos, anacronismos, calambures, aforismos, acrósticos, criptogramas, anacronismos, canambrunes, acrósticos, onomatopeyas, cristigramas, palíndromos,etc.  Describo todos los juegos del idioma que dan origen a los chistes.
A mi siempre me fascino la capacidad que tiene Les Luthiers de hacer reír a la gente sin el tortazo en la cara o mostrando el culito de las de turno o inventar cualquier cosa.
Nosotros jugamos muchos con las palabras, entonces me propuse hacer un análisis de los mecanismos de los chistes y juegos de palabras en las historias de Les Luthiers, y esto cristalizó en este libro que escribí ya hace unos 3 o 4 años atrás.

El humor fue cambiando bastante a lo largo del tiempo ¿Qué opina usted de eso?
No es que el humor haya cambiado, el humor siempre está. Hay gente que sigue utilizando recursos nobles  para hacer reír y hay gente que no, que se queda con otra cosa, con el tortazo o con el chiste chabacano, escatológico, sexista o machista. Nosotros por una razón o por otra nunca nos divertimos con ese humor, nunca nos llamó la atención. Lo nuestro fue por otro lado, nos gustó cultivar otro tipo de humor.
 Y a mi me da mucha pena sentirme como una ovejita negra, en el panorama humorístico argentino. Cuando sintonizo algún canal de televisión, como por ejemplo cuando veo Marcelo Tinelli, a mí la verdad me da vergüenza. Yo con eso no me río.

Y su tuviera que elegir a un humorista argentino, ¿Cuál sería?
Se murió pobrecito, Roberto Fontanarrosa. Realmente me encantaba.
 En cuanto a su familia, ¿Usted es casado? ¿Tiene hijos?
Sí, estoy casado y tengo dos hijos.

¿Y qué opinan ellos de su trabajo?
Lo disfrutan mucho, porque imagínate que lo mamaron desde chiquititos, ellos vinieron al teatro prácticamente desde que tienen uso de razón. El mayor es Leonardo que tiene
27 años y estudia Comunicación Social, y Natalí tiene 25 años y estudia Letras. Ambos están en cosas relacionadas, que tienen que ver con las palabras o la comunicación.

Con respecto a Les Luthiers ¿Cuándo empezó usted a construir instrumentos?
Desde toda la vida, desde el comienzo. Nosotros nacimos en  1977 como Les Luthiers y desde ese momento yo ya había empezado. Como en la facultad estudiaba química, el primer instrumento que hice fue con tubos de ensayo: el “tubófono  silicónico cromático”, lo hice con tubitos parcialmente rellenos de silicona, y  los soplaba como una flauta de pan. A partir de ahí construí junto a con el doctor Carlos Iraldi, que fue luthier de Les Luthiers,  muchos instrumentos, como 20 mas o menos.  

Y  si tuviera que elegir un instrumento con el que usted se quedaría, ¿Cuál sería?
Te pudo nombrar uno que nos costó mucho trabajo hacer, porque hubo que resolver centenares de desafíos tecnológicos. Ese instrumento fue el “órgano de campaña”, era un órgano como los de la iglesia, con tubos, teclados y demás, pero adaptado para ser usado en una banda militar. El tipo que lo tocara lo tenía que llevar en una mochila en su espalda y tenía que caminar con un artilugio que tenía en los zapatos que mandaba aire a un reservorio que llevaba en la espalda. ¡Un laburo terrible! Lo terminamos haciendo porque el sketch trataba de un coronel músico que había construido el órgano para ser ejecutado en  los desfiles.

Ya que habló sobre coroneles, Les Luthiers atravesó la época de la dictadura militar, ¿Les afectó a ustedes como grupo?
Como nos afecto a todos los argentinos. Pero nosotros no tuvimos nada que lamentar.

¿No hubo ningún tipo de censura?
 Hubo una autocensura propia. Nunca  vino alguien a decirnos algo. Nosotros tuvimos dos o tres chistes en esa época, como el del Ministro de Educación, el del Cabo Primero Anastacio López, y algún otro chistecito así,  por lo que tuvimos que cuidarnos un poco con lo que decíamos, pero sólo nos afecto por allí, ya que nos tuvimos que cuidar y autocensurar.

En algunas de sus entrevistas dijo que el General Jorge Rafael Videla era seguidor de Les Luthiers y que iba siempre a verlos. ¿Qué sentía cuando tenía que bajar del escenario a saludarlo?
Era como una obligación que teníamos que cumplir, ir, saludar correctamente y listo. Fíjate que los argentinos durante el Proceso estábamos bastante con los ojos tapados, las cosas que ahora se conocen tan bien con lujo de detalles, como los vuelos de la muerte, los centros de detención, las torturas o la chupa de gente en sí, en esa época no eran enteramente sabidas. Afuera se conocía más que en nuestro propio país. Nosotros vivíamos en una realidad irreal, entonces en el momento en que venía Videla, no sabíamos que él era el monstruo que luego demostró la justicia y la historia. Era algo con lo que nosotros preferíamos tener cierta distancia, pero nada más.

Comenzó a sonar su teléfono y se disculpó ya que tendría que atender sólo un momento. Cuando terminó su conversación de diez segundos, continuamos…

Volviendo al tema de las obras de Les Luthiers, ¿Cuál es su obra favorita entre todas las que tienen?
Les Luthiers tiene cerca de 150 obras, elegir una como favorita es complicado, hay muchas que a mí me gustan, así que tendría que hacerte una listado enorme. No tengo una obra favorita, hay muchas.

¿Y algún sketch que le quedó grabado o que disfrutó mucho al hacerlo?
Hay uno que me quedó especialmente grabado, que fue “La comisión”. Yo hacía de un maestro que se llamaba Manyacaprini y venían dos políticos a encargarme la modificación del Himno Nacional, ya que había un nuevo presidente y este quería que se lo nombrara en el himno. Yo era ese músico encargado de hacer esa modificación. Me encantó hacer ese papel, lo disfrute y me reí muchísimo.

¿Además de Les Luthiers tiene alguna actividad paralela?
Muchísimas. Coleccionar caracoles es una de ellas, pero montones de cosas más. Otra cosa que me gusta mucho es la observación de pájaros, cada vez que puedo salgo a mirarlos, a hacer “birdwatching”, como dicen los gringos.
También me gusta mucho trabajar con las palabras, me gustan muchos los acertijos matemáticos y colaboro de vez en cuando con alguna que otra revista.
Ahora estoy traduciendo en inglés un libro sobre “perros”, es un trabajo de un francés llamado Poncelet que le puso cabeza de perros a toda una serie de pinturas clásicas, es algo absolutamente maravilloso, y a alguien se le ocurrió inventar historias sobre cada uno de esos perros y yo las estoy traduciendo, pero por el simple hecho de que tengo ganas de hacerlo. Hago muchas, pero muchas cosas además de Les Luthiers.

¿Tienen algo planeado para después de Lutherapia?
Estamos pensando para el año que viene en lanzar una antología. No va a haber un espectáculo original e inédito, sino que va a ser un popurrí de los mejores momentos de nuestra historia, así que estamos trabajando en eso.

¿Piensa escribir algún otro libro?
Por el momento no; no se me ocurre ninguno. Estuve pensando hace poco en hacer un libro parecido al anterior, “Los juegos de Mastropiero”, así como ese tiene que ver con los juegos de palabras, me gustaría hacer un análisis musicológico sobre las parodias musicales de Les Luthiers. Hay un material riquísimo y muy grande sobre eso, pero creo que me queda grande el proyecto, para eso hay que haber estudiado muchísima música, yo estudié bastante pero tal vez no lo suficiente.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Película: El Baile de la Victoria.

El baile poco victorioso de Trueba
Por Florencia García Martelli
El cineasta español, Fernando Trueba, vuelve al cine luego de su ausencia por seis años. Pero ¿su vuelta valió la pena? El conocido director volvió de la mano de El baile de la Victoria, una película basada en  la novela de Antonio Skármeta. La historia se basa en Chile, donde con la llegada de la democracia el presidente chileno decreta una amnistía general para todos los presos sin delitos de sangre. Ángel Santiago (Abel Ayala) sale en libertad de la cárcel y se encuentra con la joven Victoria (Miranda Bodenhöfer), una chica huérfana y bailarina, de quien se enamora. Al mismo tiempo,  Ángel planea un gran robo junto a Nicolás Vergara Grey (Ricardo Darín), un famoso ladrón de cajas fuertes, que fue liberado el mismo día que él de la penitenciaria. Sin embargo, el principal objetivo de Nicolás al salir de la cárcel no es volver a cometer delitos, sino recuperar a su esposa y su hijo.
La película se torna pesada. No se sabe bien si se trata sobre la vida de Nicolás o sobre la historia del jovencito Ángel , perdidamente enamorado de Victoria, donde su sobre actuación logra fastidiar al espectador.
Por supuesto la actuación de Ricardo Darín es excelente, pero lamentablemente queda en un recuerdo, ya que su papel pasa a un lugar secundario. La gran revelación aquí es Victoria (Miranda Bodenhöfer). Una joven que perdió su voz luego de que asesinaran a sus padres durante la dictadura de Pinochet, y que logra expresarse a través de la danza. Una actuación impecable, muy creíble. Definitivamente  lo único verosímil de toda la película.
En la película falla uno de los elementos más importante: el guión. Un libreto que fue firmado por Trueba, su hijo Jonas y el propio autor de la novela Antonio Skármeta. Un guión que no logra expresar mucho y que le falta profesionalismo, sobre todo en la mitad en adelante del film, dónde Darín deja sorpresivamente de luchar por recuperar a su esposa y su hijo, los cuales quedan en el recuerdo de esta historia.  
Lo que si se logra destacar de la película es la fotografía a cargo de Julián Ledesma. Un trabajo impecable, genial.
El baile de la Victoria iba a ser candidata a los premios Òscar para la mejor película de habla no inglesa, pero finalmente no fue seleccionada. Una verdadera lástima, ya que era una película que tenía muchas cosas a favor para que resulte interesante, pero el director  no lo supo aprovechar.

Acostumbrarse a un nuevo mundo




Por Florencia García Martelli
Martín Hallin se vino a vivir hace dos años a Buenos Aires para estar junto a su esposa, María, y así comenzar una nueva vida juntos. Una vez instalado, la pareja comenzó su propio proyecto: un restaurant de comida vegetariana ubicado en el barrio de Monserrat, en pleno corazón porteño. Una entrevista donde su particular historia de amor toma el protagonismo.


Pelo rubio, tez clara, mejillas coloradas y ojos celestes, casi tan transparentes como el mar. Al escucharlo hablar, su acento delata que proviene de otro continente, del europeo. Martín Hallin es un joven de 26 años que nació Suecia, país que dejo para comenzar una nueva vida en la Argentina. Pero, ¿cuál fue la razón para que él esté viviendo actualmente en el país? La respuesta es María, su actual esposa.
Todo comenzó en el  2006 cuando Martín y María se conocieron en Uruguay.  Él estaba de vacaciones y ella había dejado Buenos Aires con la intención de pasar un lindo verano. Ambos staban alojados en el mismo hotel de Uruguay, por lo que compartieron varias excursiones. Luego de verse todos los días, junto a las demás personas que compartían esas travesías, comenzaron a hablar. Cuando las vacaciones finalizaron, dos meses después, cada uno volvió a su país. Pero Martín tenía muy en claro que María no era una chica más en su vida.
Un tiempo después, luego de una relación a la distancia, María viajó a Suecia y se instaló allá junto a él. En el 2008, mientras estaban en el continente europeo, Martín le propuso casamiento. "No lo teníamos tan planeado, pero ella había ido para Suecia, y fue como un impulso más que nada. Fue el mejor impulso que pude haber tenido" , cuenta el sueco.
Una vez instalado en Buenos Aires junto a su esposa, decidieron comenzar un nuevo proyecto: un restaurant vegetariano. "Ni bien llegué, empezamos a trabajar en el restaurant,  ya hace casi dos años. Fue algo que se nos ocurrió en Suecia, y la verdad nunca pensé que iba a quedar tal como lo pensamos. Nos dedicamos solamente a comidas vegetarías , sin químicos ni nada parecido, bien natural", comenta Martín, mientras María trae a la mesa dos jugos orgánicos: uno de pomelo y otro de limón.
Sin embargo, a pesar de estar muy feliz en Argentina, el joven afirma que realmente anhela algo de Suecia: "Yo soy del norte de mi país, de la ciudad de Kiruna, y lo que más extrañó son los bosques y el paisaje".
Con tan sólo un año y diez meses viviendo en Capital Federal, maneja de forma excelente el castellano. María le enseñó todo lo posible sobre el idioma, al igual que sus amigos, con los que aprendió mucho hablando. "Nunca  sufrí ningún tipo de discriminación, sólo se reían un  poco cuando hablaba mal, porque es difícil. Todos me trataron muy bien a pesar de ser de otro país", comenta entre risas.

A la hora de encontrar algo en común entre Suecia y Argentina, Martín destaca  la similitud entre las personas de ambos países: "Son buena gente, pero a la vez un poco encerradas en sí mismas y melancólicas".
Con una gran sonrisa, Martín asegura no estar arrepentido de haberse venido a vivir a la Argentina. "Tal vez tuve que dejar varias cosas en Suecia, como mis amigos, mi gente y el lugar en general sobre todo, pero María hace que todo eso valga la pena.", confiesa mientras le sonríe a su esposa. Por el momento, ambos tienen pensado seguir viviendo en el país, pero en cuanto  a la hora de ser padre, Martín opina que le gustaría tener a sus hijos en una isla que esté ubicada en el Océano Atlántico: "En el medio de Suecia y de Argentina, si es posible, así tiene cosas de allá y de acá",
El joven Hallin se define como “un argentino más”, y según él lo que más le gusta de las tradiciones argentinas es la comida. "Me encanta que a todos les guste el asado, así yo tengo que convencerlos de empezar a comer más verduras ", cuenta mientras sonríe.
Contento y conforme con los rotundos cambios en su vida, Martín vive el presente y disfruta de su vida diaria porteña junto al amor de su vida.